El
amor entró en nuestros corazones por la puerta de atrás. Sin apenas darnos
cuenta, creció en nuestro interior, como una planta que busca la luz. Lo
regamos cada día. Le dimos todo el cariño que precisó. Nuestra
planta crecía fuerte y sana.
Pero toda planta se quiebra ante la gélida
escarcha, ante el frío invernal...
Ahora
le falta tu mitad.
Aquel
amor aún sigue vivo, pero extraña el olor de tus besos, el tacto de tu mirada,
el color de tu risa… Le faltas tú. Me faltas tú.
Aquella
planta, aunque moribunda, aún sobrevive a base de recuerdos enlatados. Y es
que, pase lo que pase, nunca olvidará nuestra historia.
Cada
noche, ahogado en lágrimas, le canto a la luna mis sueños. Le confieso mis
delirantes deseos de que regreses. Le cuento que viviré por siempre con la
esperanza de que la primavera me devuelva lo que el invierno me arrebató…
Ya
puedo oler esa fragancia floral. Ya puedo oír a los pájaros cantarle a la vida,
que siempre resurge en esta época. Y, como todos los años desde tu partir, aún
conservo la esperanza de que algún día regreses con ellos.
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