Hoy he
vuelto a sentarme
en el mismo
banco
a la misma
hora.
Te necesito
aquí y ahora.
Espero y
desespero
solo por
verte.
Por tenerte.
Ansío tu
regreso,
tu mirada,
tu sonrisa,
el roce de
tu beso.
Agonizo con
cada verso.
Me tirita el
alma.
Tu invierno se
me clava.
Cien mil
espadas
perforan mi
corazón.
Lavo con
alcohol
las heridas que
un día
me dejó tu
amor.
Hace ya mil
años que perdí
cualquier
atisbo de razón.
Aún deseo
que volvamos
a bailar
sobre el colchón.
Tus
recuerdos me persiguen
los siento a
mi alrededor
huelen a
tiempo pasado
dejando un
terrible hedor.
Hedor de
olvido,
de amor
perdido.
¿Acaso
cuidarlo
no hemos
sabido?
Memoria de
pez
mañana
me sentaré
otra vez
en el mismo
banco
a la misma
hora
hasta verte
volver.
Como si no
supiera
que aquel
que un día eras
jamás
regresará.
Que aquel
que un día me amó
se fue con
las golondrinas
y nunca
regresó.
Migró hacia climas
cálidos
y olvidó el
camino de vuelta,
igual que yo
olvidé
el color,
el dolor,
el sabor
de su mirada
muerta
de sus
labios malditos
de su
presencia distante.
Se evapora a
cada instante.
Se perdió.
Lo perdí.
Nos perdimos
locamente
el uno por
el otro.
Corazón
desalmado
cruzaste al
otro lado.
Sí, fuiste,
pero ya no.
Ya no eres,
ni serás,
mío
jamás.
Vivirás por
siempre en mí,
cabalgando
entre mis lobos
bajo bosques
tormentosos.
Tú señalas
mi camino.
Aunque ya no
alcance a verte,
jamás podré
perderte.
Eres parte
de mi destino.
Tú eres la voz
que me alumbra.
Eres luz en mi
penumbra.