Arte mayor
Mientras
su cuerpo se abandonaba a la leve inercia del trayecto en metro, su mente
danzaba entre pensamientos afirmativos aparentemente aleatorios.
El
metro era su medio de transporte favorito. De eso no cabía duda.
En
un metro cabían exactamente cien centímetros. De eso tampoco cabía duda.
Su
amado posó la cabeza sobre su hombro. Se preguntó cuántos besos cabrían en un
metro de su piel salvaje. De eso aún no tenía ni la más remota idea.
La iluminación
navideña les hizo compañía hasta llegar a casa, donde resolvió con creces su
incógnita: su métrica, sus besos, eran de arte mayor.
Desenmarañado
Ocupó
su asiento y recordó las palabras de su madre: "la vida no se queda con
nada de nadie". La vida no pasa, pues en la vida se está. Y eso estaba intentando,
estar en la vida. Sentir. Ser.
Debía
deshacer la maraña que era su vida para, en su lugar, construir una tela de
araña ordenada, bella y translúcida.
Cuando
llegó a su parada y la puerta se abrió, permitiéndole salir, sintió que su
corazón también lo hacía. Ahora su verdad quedaba al descubierto. Ya no habría
lugar para el miedo o la derrota. Ya no escondería su luz.