Amistad.
Bonito sonido, mal concepto.
Amistad.
Menuda palabra tan mal valorada. Tan mal entendida y tan maltratada.
Todos
decimos conocer su significado, pero pocos somos los que de verdad la
practicamos. La nombramos cuando alguien nos alegra en un momento concreto.
Cuando, sin quererlo, nos proporcionan una felicidad efímera, que se evapora en
cuanto acaba el instante de conexión.
Eso,
señores, no es amistad.
Ser
amigos no es solo pasarlo bien juntos, es pasar cualquier momento juntos. Ser
amigo es apoyar a una persona sin importarte lo que piensen los demás. Nada de
conveniencias ni de intereses propios. Es disfrutar de sus logros, y mostrarle
sus fallos. Señalarle la piedra y ser el primero en ayudarle si tropieza. Fuera
quedan el orgullo y el egoísmo.
La
amistad es una planta que se siembra y, por supuesto, necesita que la rieguen.
Que la cuiden. Si se hace con sinceridad, se vuelve inmortal.
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