Tu
boca y mi boca guardan secretos inconfesables. Albergan náufragos que no
quieren ser rescatados por ninguna sirena y cofres que contienen los más
grandes tesoros jamás escondidos.
La
distancia entre tu boca y la mía es un campo de batalla en el que no existen normas
ni límites. Yo tiro la primera piedra: te atrapo con la mirada y caes rendido
entre la red de mis brazos. Soy el capitán de tu piel salvaje.
Tras
el primer ataque, los mares se funden en una perfecta simbiosis. Las olas
embravecen y luego se calman, como si los mares se transformaran en un inmenso
lago de agua dulce, que me permite adentrarme hasta el fondo de tu ser.
Descubro tus naufragios y reparo tus heridas. Encuentro tus tesoros y guardo
tus secretos. Me dejo arrastrar por tus corrientes de aguas cálidas hacia un
baile húmedo, perfectamente sincronizado.
Y
entonces la marea baja y los mares se separan, llevándose consigo el recuerdo
de sus aguas.
Mañana
mi timonel volverá a navegar a la deriva en tu insondable inmensidad. Tú me
esperarás de nuevo en cada puerto, y nuestros mares volverán a unirse,
rompiendo las fronteras, los istmos y todos los imposibles que se nos
presenten.