I.
El
cielo crujía con fiereza, dejando caer truenos y relámpagos en la noche cerrada.
El mar, embravecido, arrastraba todo cuanto encontraba a su paso, haciendo
desaparecer gran parte de la playa.
Cuando
la tormenta ya amainaba, el náufrago apenas conservaba la fuerza necesaria para
mantenerse a flote. Lentamente, sentía que perdía la consciencia.
Mientras
soltaba la tabla que le había servido para mantenerse a flote, y se sumergía
irremediablemente en el agua, pudo observar cómo una extraña criatura se
acercaba a él con curiosidad. O quizá solo fuera un producto de su mente
delirante…
II.
Tenía
que salvarlo por mucho que le costara. Hacía tanto tiempo que no se topaba con
un náufrago… Ya había olvidado la fragilidad que caracterizaba a los humanos en
alta mar. Y más aún si tenían la desgracia de sufrir los efectos de una
tormenta. Pero ella estaba allí para salvarle. O, al menos, sentía que ese era
su deber.
Valiéndose
de su majestuosa cola, arrastró el cuerpo de aquel hombre hasta la orilla.
Debía frenar la hemorragia que sufría si no quería que se desangrase allí
mismo. Afortunadamente, no tardó en encontrar las algas que necesitaba para
vendar la herida.
Pasadas
unas horas, el náufrago abrió los ojos y se encontró con dos esmeraldas que le
observaban con atención.
Antes
siquiera de que articulara palabra alguna, la sirena sintió una especie de
punzada en el pecho. De pronto, su seguridad se desvaneció y, sin motivo
aparente, comenzó a sentirse nerviosa. Sin saber qué hacer, desapareció entre
las aguas, ahora calmadas.
Era
consciente de lo que había sentido en la playa. Era un flechazo. Aunque era muy
poco común, decían que las sirenas podían enamorarse de un humano. Se creaba un
fuerte vínculo que nada podía romper. Sin embargo, todas esas historias habían
acabado en tragedia, pues los humanos no sabían apreciar el amor de una sirena.
III.
Durante
los días siguientes, siguió cuidando del náufrago, aunque sus heridas
empeoraban por momentos.
En
su interior, sentía cómo crecía aquel sentimiento de afecto y respeto al que
los humanos llamaban ‘amor’. Aunque, en el caso de las sirenas, el sentimiento
era mucho más puro, más inocente.
Lo
que realmente le fascinaba era que él parecía sentir lo mismo por ella.
Agradecía continuamente los cuidados que ella le prestaba, y no dejaba de
recordarle en ningún momento su exuberante belleza, cosa que le complacía
enormemente.
Llegó
a estar convencida de que, por una vez, la historia de amor entre un humano y
una sirena podría salir bien.
Sin
embargo, su optimismo pronto se desvanecería. Las heridas del náufrago se
habían infectado. Además, había perdido gran cantidad de sangre. La vida se le
escapaba con cada bocanada de aire que tomaba y después espiraba.
Aunque ya no podía hacer nada más por él, no dejó en ningún momento de tomarle la mano y consolarle con sus dulces melodías. Tampoco dejó de maldecirse a sí misma por no poseer aún su propio canto. Cada sirena compone, a lo largo de su vida, un único canto, capaz de lograr grandes cosas, ya fuese para bien o para mal.
Aunque ya no podía hacer nada más por él, no dejó en ningún momento de tomarle la mano y consolarle con sus dulces melodías. Tampoco dejó de maldecirse a sí misma por no poseer aún su propio canto. Cada sirena compone, a lo largo de su vida, un único canto, capaz de lograr grandes cosas, ya fuese para bien o para mal.
IV.
Sus
últimas palabras fueron dedicadas hacia ella. “Te amo”, le dijo. Y, aunque ella
no podía comprender lo que significaba, la sonoridad de aquellos dos vocablos
le sugería que era una forma de resumirle, a modo de despedida, lo que había
sentido por ella.
La
sirena no pudo detener el río de lágrimas que brotaba de sus ojos. Con infinita
ternura, abrazó al hombre que ahora yacía inerte sobre la arena y, lentamente,
se adentró en el mar.
La
mujer-pez susurró al oído de su amante aquellas dos palabras: “te amo” y, a
continuación, se dejó caer en las profundidades marinas, arrastrando junto a
ella la prueba irrefutable de su amor.
Mientras
se adentraba más y más en las gélidas aguas, la sirena fue componiendo una
canción llena de dolor y sufrimiento. Era su propio canto de sirena.
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ERES INCREÍBLE.
ResponderEliminarPUES ANDA QUE TÚ... Jajajaja
EliminarMuchas gracias por leerme, Pitufina. Besos.
Madre mía, es PRECIOSO! Me ha encantado, en serio :')
ResponderEliminarSigue asíiiiii :)
Oh.. Muchas gracias Clara!! Me alegro de que te guste!! Y lo mismo te digo: sigue así, Música-escritora :)
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