Una gran
duda rondaba su cabeza desde hacía unos días. El último fin de semana no habían
ido a visitar a su tía, y en casa no se hablaba de ella, como ocurría
normalmente. Había pasado algo. Algo que sus padres no querían que supiera.
Aquella
mañana se armó de valor y, cuando su madre lo llevaba al colegio, le lanzó las
preguntas que había estado preparando la noche anterior.
-¿Qué le
pasa a la tita, mamá? ¿Dónde está? ¿Por qué no me contáis nada?
Demasiadas
preguntas. Sus palabras le cogieron por sorpresa, y buscó la forma de
explicarle a su hijo de siete años una situación que aún no podría entender.
-Verás
hijo, a veces las cosas no pasan como nosotros las planeamos. ¿Sabes que la
tita está enferma, verdad?
-Sí,
mamá. Eso sí lo sé. Es por eso que no tiene pelo y no puede salir de casa.
-Bien,
pues… la tita ha hecho un viaje. Pero no es un viaje como el que se hace en
vacaciones. Es algo difícil de explicar… Es un viaje del que ya no podrá
volver. ¿Lo entiendes, Pablo?
-No mamá,
no lo entiendo. ¿A dónde ha ido la tita de viaje? ¿Y por qué se ha ido sin despedirse?
-dijo con un nudo en la garganta.
-Al
cielo, hijo. Junto a las estrellas. Allí la tita es feliz, y eso es lo
importante.
Pablo
observó, a través de la ventanilla del coche, el par de nubes que flotaba en el
aire aquella fría mañana de invierno. Pensó en las visitas a casa de su tía, y
se preguntó si podría realizarlas de nuevo alguna vez.
-Mamá,
¿puedo hacerte otra pregunta?
-Claro,
dime qué quieres saber.
-¿Podré
visitarla algún día? ¿Cómo voy a saber si está bien o no?
-Claro
que podrás visitarla, hijo. Por muy lejos que esté ahora, siempre habrá una
parte de ella junto a ti. Aunque no la veas, sabrás que está ahí siempre que lo
necesites. Me refiero a tus recuerdos, Pablo. Y no solo a eso. También la
encontrarás en tus sentimientos. Podrás hablar con ella a través de tu mente y
de tu corazón, y ella siempre te escuchará, aunque no pueda responderte. Desde
el cielo, junto a las estrellas, ella podrá oírte siempre que tú quieras.
¿Comprendes mejor ahora la historia?
-Creo que
sí –dijo, volviendo a mirar a través de la ventanilla del coche. El sol ya asomaba
por el horizonte, marcando el inicio de un nuevo día, aunque todavía brillaba en el cielo alguna que otra estrella.
Pablo
reflexionó sobre aquella nueva situación, imaginó que volvía a verla, a abrazarla y, al cabo
de unos minutos, volvió a hablar para decir tan solo cuatro palabras.
-La
echaré de menos.
La
emoción llegó al rostro de Pablo, derramando unas pocas lágrimas sobre sus
pequeñas mejillas.
-Yo
también –sentenció su madre con un suspiro cargado de añoranza.
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Al leer tu escrito ha aflorado en mi el recuerdo del momento concreto y los sentimientos de ese instante. Que alegría siento al reconocer tus bondades, tus buenos sentimientos y la capacidad que tuviste de reconocer lo que intentaba decir con mis torpes palabras a mi hijo de tan solo 7 años.
ResponderEliminarGracias otra vez
Gracias a ti... y de "torpes palabras" nada, porque me sirvieron de mucho, al fin y al cabo me ayudaron a entender.
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