jueves, 22 de diciembre de 2016

Arte mayor y Desenmarañado (microrrelatos de 100 palabras por Navidad)


Arte mayor
Mientras su cuerpo se abandonaba a la leve inercia del trayecto en metro, su mente danzaba entre pensamientos afirmativos aparentemente aleatorios.
El metro era su medio de transporte favorito. De eso no cabía duda.
En un metro cabían exactamente cien centímetros. De eso tampoco cabía duda.
Su amado posó la cabeza sobre su hombro. Se preguntó cuántos besos cabrían en un metro de su piel salvaje. De eso aún no tenía ni la más remota idea.
La iluminación navideña les hizo compañía hasta llegar a casa, donde resolvió con creces su incógnita: su métrica, sus besos, eran de arte mayor.
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Desenmarañado
Ocupó su asiento y recordó las palabras de su madre: "la vida no se queda con nada de nadie". La vida no pasa, pues en la vida se está. Y eso estaba intentando, estar en la vida. Sentir. Ser.
Debía deshacer la maraña que era su vida para, en su lugar, construir una tela de araña ordenada, bella y translúcida.
Cuando llegó a su parada y la puerta se abrió, permitiéndole salir, sintió que su corazón también lo hacía. Ahora su verdad quedaba al descubierto. Ya no habría lugar para el miedo o la derrota. Ya no escondería su luz.

miércoles, 30 de noviembre de 2016

Personas

Os diré una gran verdad que muchos aún ignoran: antes que hombre o mujer, por encima de nuestra religión, raza o bandera, más allá de lo absurdamente preestablecido, somos personas. Somos corazón. Corazón que late cuando es libre, que sufre, disfruta y aprende.

Seamos personas medusa: inocentes, sinceras y transparentes.
Seamos también tigre: pasos firmes y convencidos, escritores de su camino. Libres por naturaleza. Dueños de un rugido triunfador.
Seamos personas volcán: ardientes e indomables, capaces de arrasar con todo a su paso. Corazones de fuego con chispas en la mirada.
Seamos océano: siempre dispuestos a regalar caricias aunque seamos capaces de aplastar. Pacíficos pero poseedores de una gran fuerza, escondida bajo un manto cristalino de sinceridad.
Seamos personas espejo: capaces de adentrarse en tu alma con tan solo mirarte. Comprenden a tus demonios en silencio y los abrazan, haciéndote sentir seguro.

Yo creo en las personas que son todos ellos a la vez. Seamos personas volcán que, a pesar de todo, se atreven a vivir en el océano bajo cuerpos de medusa con alma de tigre, reflejando la belleza que les rodea en el espejo de sus ojos.

lunes, 12 de septiembre de 2016

Beso a verso


Cuando el sol acarició sus párpados, invitándola a despertar, los pajarillos ya celebraban el inicio de un nuevo día. Un paso al frente. Uno, dos, tres y cuatro a la derecha. Cepilló su melena azabache y la recogió en un sencillo moño. Su rostro no necesitó más adorno que el de su sonrisa.
Tarareó una alegre melodía mientras preparaba café y, después de tomarse el desayuno, con ganas de más, se lanzó a las calles de la ciudad dispuesta a comerse el mundo. Tan solo treinta y dos escalones la separaban del aire fresco, del bullicio de la gente que construye su día y su vida. Inspiró profundamente aquel aire y se dispuso a prepararlo todo para el gran día. Esa misma tarde tendría lugar un reencuentro de los alumnos de su antiguo instituto. Todos acudirían, mostrando sus mejores galas y compartiendo recuerdos que parecían haber vivido ayer mismo.
Tres manzanas al oeste y dos al norte. El timbre en la puerta delató su presencia. Ana emitió un exagerado saludo y acudió en su ayuda, presa de su dulce pero innecesario afán por facilitarle la vida. Un "¡tranquila, puedo sola!" y un certero toque con su bastón fueron suficientes para disuadirla.
Según las alabanzas y piropos de Ana y sus clientas más madrugadoras, el vestido debía ser sencillamente espectacular. Del color de la pasión, la prenda se ceñía a su esbelta figura y dejaba caer unos volantes bajo su cintura. Decidió confiar en sus sinceras palabras y volvió a casa decidida a hacer lo posible por brillar esa tarde.

"La ocasión merece un ligero color en mis labios", pensó. Unos tacones y su cabello, esta vez libre, en su esplendor salvaje y natural, acompañaron a su vestido rojo.
Treinta y dos escalones. Otro piropo por parte del portero del edificio. Un par de manzanas al este le esperaba el punto de encuentro. Decidió dar un pequeño rodeo para disfrutar de un paseo por el parque. La naturaleza le ofreció un recital de melodías de sus mejores aves. El viento acariciaba las hojas de los árboles y alborotaba su melena de carbón.
Cuando llegó ya se habían presentado más de la mitad de los invitados. Quizá se excediese unos minutos en su paseo.
Risas, besos y abrazos se sucedían en torno a ella. Todos parecían recordar su rostro (¡bien!). Recibió, una vez más, halagos por su vestido. Varias compañeras de clase se acercaron, interesadas por el devenir de su vida. Incluso las que fueron las chicas más populares guardaron un saludo para ella. No importaba si aquellas palabras eran sinceras o escondían ápices de condescendencia. Se sentía radiante y estaba dispuesta a disfrutar rodeada de amigos, compañeros y antiguos profesores. Estos últimos la adoraban y recordaron con ternura sus mejores momentos.
Las bebidas corrían de mano en mano, de boca en boca. La música de los ochenta inundaba la improvisada pista de baile en el gimnasio del instituto, arrancando los mejores pasos por parte de los presentes. En la cima de la noche llegó el Jazz. Sonaron pianos, trompetas y saxofones. Las voces más conocidas de las décadas gloriosas de la música los acompañaron durante el resto de la velada.
Era como volver a vivir aquella época. Como si el dios del Tiempo se hubiese aliado con todos ellos para hacerles retroceder tan solo por un día. Todo había cambiado, todos habían crecido y, al mismo tiempo, todo parecía encontrarse exactamente en el mismo lugar. Eso incluía, por supuesto, a los graciosos de la clase, que no parecían haber crecido en lo que a edad mental se refería. Escuchó algún comentario desafortunado por parte de algunos de estos "graciosos". Pero ya hacía mucho tiempo que nada le hacía caer. En sus ojos no había luz, era cierto. Pero tampoco había lugar para una sola lágrima de dolor. Estaba en paz con el mundo y consigo misma. Sabía que la mejor forma de ser amada (y probablemente la única) era amarse a sí misma. Ella era feliz, pues se amaba a sí misma. Por eso aquel día, como de costumbre, no dejó de sonreír ni un segundo.

Cinco escalones en la entrada. Veinticinco pasos hasta el final del segundo pasillo a la derecha. "Biblioteca". Adoraba el silencio y el olor que le otorgaban los libros. Era, sin duda, su estancia preferida en el instituto.


Poema XV (Pablo Neruda)

Me gustas cuando callas porque estás como ausente,
y me oyes desde lejos, y mi voz no te toca.
Parece que los ojos se te hubieran volado
y parece que un beso te cerrara la boca.

Como todas las cosas están llenas de mi alma
emerges de las cosas, llena del alma mía.
Mariposa de sueño, te pareces a mi alma,
y te pareces a la palabra melancolía.

Me gustas cuando callas y estás como distante.
Y estás como quejándote, mariposa en arrullo.
Y me oyes desde lejos, y mi voz no te alcanza:
déjame que me calle con el silencio tuyo.


Estaba harto del tumulto de miradas vacías y risas prefabricadas. No debería haber acudido a la fiesta. Por eso había decidido enclaustrarse entre los que siempre habían sido sus mejores aliados: los libros.

Déjame que te hable también con tu silencio
claro como una lámpara, simple como un anillo.
Eres como la noche, callada y constelada.
Tu silencio es de estrella, tan lejano y sencillo.

Me gustas cuando callas porque estás como ausente.
Distante y dolorosa como si hubieras muerto.
Una palabra entonces, una sonrisa bastan.
Y estoy alegre, alegre de que no sea cierto.


La música de una risa interrumpió su lectura escenificada. Como si de un acto divino se tratase, la voz callada del poema que tenía entre sus manos pareció emerger para poner fin a su función. ¿Sería acaso la voz de su amada? Si así era, le encantaría conocerla.
Siguiendo su instinto, se encaminó en la búsqueda de la dueña de aquella risa. Mientras se adentraba en una de las secciones, sorprendió al volante de un vestido desapareciendo tras una estantería. Unos tacones de ritmo entrecortado, como tartamudo, unidos a la hipnótica risa, guiaron sus pasos por las entrañas de la biblioteca. Perdiéndose entre infinitos títulos, muchos de ellos conocidos, fue a parar de nuevo a la sección de poesía. Su amiga esperaba sentada sobre el suelo, con las piernas cruzadas. Contempló su rostro, de tez nacarada y finos rasgos. Tomó asiento a su lado y ella le tendió el libro que había estado leyendo antes: "Los mejores poemas de amor (antología)".
-Me alegro de volver a verte.
Sofía elaboró una respuesta muda en forma de sonrisa.
Abandonándose al azar, Julio abrió el poemario por una página cualquiera.

Te quiero (Luis Cernuda)

Te quiero.

Te lo he dicho con el viento,
jugueteando como animalillo en la arena
o iracundo como órgano impetuoso;

Te lo he dicho con el sol,
que dora desnudos cuerpos juveniles
y sonríe en todas las cosas inocentes;

Te lo he dicho con las nubes,
frentes melancólicas que sostienen el cielo,
tristezas fugitivas;



Julio se adentraba en cada verso con voz suave y decidida, cargando de sentimiento cada palabra, recreándose en las pausas, mientras acariciaba, además de su alma, una mejilla, sus labios, su cabello...


Te lo he dicho con las plantas,
leves criaturas transparentes
que se cubren de rubor repentino;

Te lo he dicho con el agua,
vida luminosa que vela un fondo de sombra;
te lo he dicho con el miedo,
te lo he dicho con la alegría,
con el hastío, con las terribles palabras.

Pero así no me basta:
más allá de la vida,
quiero decírtelo con la muerte;
más allá del amor,
quiero decírtelo con el olvido.


En el manso lago de su olvido dejó caer el número de la página por la que comenzó a leer aquel libro. Igualmente, dejó de contar los poemas que leyó para su público personal. Se abandonó a ella y se perdió en las tardes de lectura, en los paseos en el parque, en sus risas sincronizadas y en los recorridos de sus besos. Él leía y ponía en práctica los versos más hermosos. Ella, guiada por sus propias manos, leía la poesía en su rostro, en el mapa de su piel, en su alma. De esta forma, el amor los hizo eternos. Y es que beso a beso, verso a verso, vivían un poco más el uno por el otro.


jueves, 25 de agosto de 2016

A(dios)


A los besos en el café
no les diré adiós.

Despediré a tu ciega fe
en la salvación de Dios.

Márchate despacio,
te quiero repetir.
Bésame muy lento,
hasta verme morir.

Solo le pido a Dios
que nunca me digas adiós.

Mi amor,
vivías en error.
Dios no vino a salvarte.
No tu Dios.
Yo vivo para amarte.
No te diré adiós.

Mi amor,
disolvamos el dolor.
Dios no va a olvidarte.
No mi Dios.
De la vida serás parte.
No te diré adiós.



Con el sigilo de un felino, acercándose por su espalda, asesinó despiadadamente a la flor más bella de su jardín. La llevó en procesión hasta el lugar donde descansaba el que fue, y siempre sería, el mayor de sus amores. Era su sagrado ritual de sacrificio y esperanza.

Se arrodilló a los pies de la tumba, entregado a su Dios, y de sus ojos nacieron ríos de dolor y pasado. Ríos que fueron a morir a la tierra. Ríos que alimentaron a esa flor.

¿Aún cuestionas la vida después de la muerte? Por supuesto que existe. La vida siempre permanece. Siempre halla una rendija por la que asomarse y sorprenderte transformándose en las cosas más bellas. Se encuentra en el baile del agua, en el lenguaje del viento, en la furia del fuego y en el poder de la tierra. La vida brota en la sonrisa que precede a la risa, en los llantos de emoción, en la magia del calor de los abrazos. Es en esa vida donde está mi Dios. No en el cielo. Sí en cualquier parte.


Primera ley de vida: la vida nunca muere, tan solo cambia de forma.


viernes, 15 de julio de 2016

A, b, c


Con la A se dice amor. ¿No era así? Con la A también se dice adiós.
Con la B se besa y se dice bello, aunque también batalla.
Con la C, casa.

A, b, c.


A veces, cuando se encuentra a gusto y le tratan bien, el amor llega para quedarse.
A veces, aunque se nos siga escogiendo el corazón, aprendemos a decir adiós.

A veces, un beso puede detener el tiempo.
A veces lo bello no está al alcance de nuestros ojos.
A veces se ganan batallas y otras veces se pierden. Incluso sabemos que hay batallas que es mejor no librar jamás.

A veces tu casa va más allá de unas paredes y un jardín. A veces tu casa es con quien la compartes, y tu lecho descansa en vuestra verdad.

A, b, c.


Parece fácil (y lo es).

Amigo, bondad, calor.

Abrazo, brisa, caricia.

Ahora, bailar, crecer.


A, b, c.
A, b, c.
A, b, c.


A veces
aprendes a vivir.
A veces
se vive sin sentir.
A veces
libero un tornado.
A veces
me siento a tu lado.
A veces
tu silencio comprendo.
A veces
me comunico riendo.


A, b, c.

jueves, 28 de abril de 2016

Volvamos


"Querido yo del pasado:
No te daré grandes consejos. No te concederé ningún deseo. Ni siquiera te avisaré de las piedras en el camino. Tan solo te digo que las habrá.
Si algún día estás satisfecho de lo que eres será gracias a lo que fuiste. Tu pasado te construye. Por eso quiero que te equivoques. Quiero que caigas y te levantes por ti mismo. Quiero que te enamores y te pierdas. Que ignores y luego aprendas. Que un día al fin te encuentres y comiences a conocerte. Quiero que llegues a amarte tal y como eres".

Volvamos a aquel lugar donde valientes príncipes luchaban contra fieros dragones. Donde las hadas y los elfos habitaban los bosques.
Volvamos a aquel lugar donde los besos y los abrazos eran gratuitos. Donde la tristeza jamás podía ganarle la batalla a nuestras sinceras sonrisas.
Volvamos a aquel lugar donde solíamos volar, donde los molinos pueden ser gigantes y el mundo es un gran misterio por descubrir. Donde los imposibles no tenían razón de ser.
Volvamos a aquel lugar donde aún no conocíamos el dolor, la traición o la soledad. Donde nuestro juicio era claro, sin tonos grises, y la realidad multicolor.
Volvamos a la dulce infancia. A la feliz ignorancia que te permite sorprenderte como si siempre fuese la primera vez. Volvamos al amor sin tapujos ni mentiras.
O, mejor aún, no dejemos que la infancia se marche así, sin más. Cuidemos de ese frágil niño que todos llevamos dentro. No lo dejes nunca atrás, pues tus mayores sueños, ilusiones y deseos descansan en él.


viernes, 25 de marzo de 2016

Del odio al amor

"El amor se declara inocente, puro, verdadero y libre. Y, si del amor al odio hay tan solo un paso, el culpable se encuentra un paso por detrás del amor. Culpable de atentar contra lo que no comprende. Culpable de secuestrar a las mentes más cerradas. Culpable de negar la realidad, de ver en blanco y negro. Por todos sus delitos el odio no será condenado a prisión. Ni siquiera morir será su castigo. Su penitencia será no nacer, pues ya lo ha hecho en demasiadas ocasiones, de múltiples e injustas maneras. El odio, sombra del amor, será transformado en su temida luz. Y es que no hay mayor condena que no haber sido. No hay mayor condena que demostrarte la belleza y el poder de aquello a lo que tan gratuitamente odias".

Millones de personas sufren día a día la tiranía y la crueldad de seres que atentan contra su libertad, sus principios y, desgraciadamente, contra sus vidas. Sí, que estos agresores son seres (humanos) es algo objetivo, quizá lo más bonito que pueda decir sobre ellos. Dejaron de ser personas en el momento en el que decidieron que el odio y la guerra eran grandes soluciones. Perdieron todos mis respetos en el instante en el que abusaron de su poder o escondieron sus crímenes bajo falsas creencias. Jamás ha existido ni existirá un dios que predique la muerte.
Son seres inteligentes pero hay algo con lo que no cuentan. Tenemos un arma que ellos desconocen. Es un arma inmaterial que no se crea ni se destruye. Se trata de una energía inagotable. El mayor arma que hayamos conocido. Es una fuente de respeto, libertad, aceptación, tolerancia y diálogo. Es la cuna de la paz. Y, sin duda, lo más importante es que no entiende de religiones, edades, razas, sexos o banderas. No tiene fronteras.
Por eso el odio siempre alimentará guerras sin sentido, mientras que el amor vencerá sin necesidad de luchar. Por eso nunca nos daremos por vencidos.

Atentamente, PQR.

sábado, 20 de febrero de 2016

Alma del viento

Tras la orden definitiva, los tanques iniciaron su lento pero continuo avance, directos a su corazón. No se atisbaba ni el más mínimo rastro de piedad entre los rostros de los soldados. Cualquiera podría pensar que el corazón les había sido arrancado de cuajo. O quizá ni siquiera eran conscientes del daño que podían llegar a infligir. Quizá nunca tuvieron corazón.

Los misiles del enemigo arañaban el cielo, dejando cicatrices en el algodón de las nubes. Miles de balas tarareaban la canción de la muerte sobre las paredes.

El llanto del niño no encontraba consuelo ante tanta destrucción. Jamás podría entender la razón de aquel absurdo afán por derrotar en lugar de construir.

No albergaba él en su ser más que inocencia.
Amor y verdad bañaban su conciencia.
Qué tierna la infancia,
bendita ignorancia.
¿Por qué mi luz quieres romper?
¿Acaso algo te hará perder?
Temes su brillo cargado de pureza.
Ni verla quieres solo por ser rareza.

Se acercaba el final. Ya no había vuelta atrás. No quedaban escudos para defenderse del rival ni aliado con el que unir fuerzas. El niño estaba solo; su carne, desnuda, lista para el inminente ataque.

Reinventarse o morir. Ya sabes cuál es la decisión.

Y entonces, de entre las cenizas de una guerra sin sentido, volvió a nacer el ave fénix, tan grandioso y elegante como siempre. Más vivo que nunca.

Han muerto al fin las cadenas.
Derribamos las barreras.

Ese ave que ahora vuela libre es tu verdad. Es la canción del ganador. Eres tú. Ese ave es cada una de las víctimas del ansia de poder del ser humano, es cada palabra hiriente, una mirada bañada con desdén, el dolor fruto de una mente cerrada, cada lágrima, cada herida, convertidos en un rayo de sol tras la tormenta, en un 'te quiero' posado sobre los labios, en la primera flor entre la nieve después de un largo invierno.

Ese ave, alma del viento, valora su libertad y lucha por ella. Los prejuicios y las etiquetas le quedan pequeños. Las balas ya no le hacen daño.

El ave fénix vuela alto, muy por encima del qué dirán. No hay nada que pueda detenerle. Ni siquiera la muerte podrá borrar su mensaje. Un mensaje de unión y esperanza. Un recuerdo de lo que somos.

Vive y deja vivir. Vivir, no simplemente ser o estar. Vivir. Y volar...

Vive: siente, ríe, ama, llora, sufre, besa, abraza, comparte.

Vuela: vuela cual ave fénix, sin un destino pero sabiendo perfectamente hacia dónde quieres llegar, llevando siempre contigo el poder de la verdad, la pureza del amor y el valor de la sabiduría.

Tú, ser de luz,
baja de tu cruz,
corre, vive y vuela,
vuela alto aunque duela.