Dicen,
y quién sabrá si es cierto o no, que el alma pesa 21 gramos. Que cuando
exhalamos nuestro último suspiro de vida, el alma abandona nuestro cuerpo y
viaja hacia quién sabe dónde. Quizá al Cielo de las Almas, donde descansan
entre cojines de nubes, o al Departamento de la Reencarnación, para conocer el
nuevo cuerpo en el que serán implantadas.
Sin
embargo, cuando nuestro músculo tetracompartimentado firma su jubilación y los
21 gramos del alma son desalojados de nuestra piel y nuestros huesos, la Muerte
aún tiene un largo camino por recorrer. Y es que la Muerte, al contrario que la
Vida, no es dueña de nuestro ser. La Muerte debe aguardar siempre al Olvido,
pues aun después de ser tierra y polvo, antes de ser nada, hallamos cobijo
anidando en la memoria de aquellos que nos aman.
Los
21 gramos del alma de un ser querido pueden llegar a convertirse en la droga
más adictiva y peligrosa, llegando a formar parte de nosotros mismos, durmiendo
entre los recovecos de cada una de nuestras células.
Guardamos
celosamente cada palabra, beso, caricia y abrazo que compartimos. Archivamos
las anécdotas, los secretos y confesiones, los buenos y los malos momentos,
cada sonrisa y cada lágrima al lado de quienes nos importan. Defendemos con
furia los colores de sus risas y esas chispas en la mirada, capaces de crear
terribles y contagiosos incendios de amor.
Cuando
el Olvido entra en escena para representar su papel, entonces, y solo entonces,
la Muerte podrá bajar el telón en nuestra función, poniendo punto y final a nuestra
obra. Mientras tanto, permaneceremos en este mundo. No en cuerpo, pero sí en
alma. Mientras tanto, seremos recuerdo. Seremos inmortales.
qué bonito :)
ResponderEliminar¡Gracias, querido lector! Me alegra que te guste ;)
Eliminar¡¡¡¡¡¡ Precioso¡¡¡.. y creo que cierto.
ResponderEliminar¡Gracias Pepa! Un saludo.
EliminarLo mejor de escribir debe ser influir, qunque sea solo un poco, en los sentiemientos del lector. Enhorabuena, seguro que a cualquier persona que lea este precioso texto se le viene a la mente la imagen de algún ser querido que ya no lo acompaña, o que lo hace desde el cielo.
ResponderEliminarExacto, ese es precisamente el mayor regalo para aquel que escribe. Me alegra haberte influido, querido lector.
EliminarAsí pienso, pero al leerte y aunque ya lo sabía... expresas tan bien, lo que yo siento, que me he emocionado mucho, mucho... Todo lo que llevo leido, me gusta, pero esto especialmente ¡me ha tocado!
Eliminar¡Muchas gracias! A mi también me emociona saber que mis palabras llegan al corazón.
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